domingo, 26 de mayo de 2013
BAUCIS. LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 3
Después de andar siete días, a través de boscajes, el que va a Baucis no
consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia
uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas.
Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y
prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco
en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se
dibuja en el follaje.
Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que
la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos,
y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista,
hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su
propia ausencia.
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