martes, 28 de mayo de 2013
FILIDES. LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 4
Al llegar a Fílides, te complaces en observar cuantos puentes distintos uno del
otro atraviesan los canales: convexos, cubiertos, sobre pilastras, sobre barcas,
colgantes, con parapetos calados; cuantas variedades de ventanas se asoman a las
calles: en ajimez, moriscas, lanceoladas, ojivales, coronadas por lunetas o por
rosetones; cuántas especies de pavimentos cubren el suelo: cantos rodados, lastrones,
grava, baldosas blancas y azules. En cada uno de sus puntos la ciudad ofrece
sorpresas a la vista: una mata de alcaparras que asoma por los muros de la fortaleza,
las estatuas de tres reinas sobre una ménsula, una cúpula en forma de cebolla con
tres cebollitas enhebradas en la aguja. “Feliz el que tiene todos los días a Fillide
delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene”, exclamas, con
la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla sólo rozado con la
mirada.
Te ocurre a veces que te detienes en Fílides y pasas allí el resto de tus días.
Pronto la ciudad se decolora ante tus ojos, se borran los rosetones, las estatuas sobre
las ménsulas, las cúpulas. Como todos los habitantes de Fílides, sigues líneas en
zigzag de una calle a la otra, distingues zonas de sol y zonas de sombra, aquí una
puerta, allá una escalera, un banco donde puedes apoyar el cesto, una cuneta donde
el pie tropieza si no te fijas. Todo el resto de la ciudad es invisible. Fílides es un
espacio donde se trazan recorridos entre puntos suspendidos en el vacío, el camino
más corto para llegar a la tienda de aquel comerciante evitando la ventanilla de aquel
acreedor. Tus pasos persiguen no lo que se encuentra fuera de los ojos sino adentro,
sepulto y borrado: si entre dos soportales uno sigue pareciéndote más alegre es
porque por el pasaba hace treinta años una muchacha de anchas mangas bordadas, o
bien sólo porque recibe la luz a cierta hora, como aquel soportal que ya no recuerdas
dónde estaba.
Millones de ojos se alzan hasta ventanas puentes alcaparras y es como si
recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fílides que se
sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa.
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