martes, 28 de mayo de 2013

EUDOSSIA. LAS CIUDADES Y EL CIELO. 1


En Eudossia, que se extiende hacia arriba y hacia abajo, con callejas tortuosas,
escaleras, callejones sin salida, tugurios, se conserva una alfombra en la que puedes
contemplar la verdadera forma de la ciudad. A primera vista nada parece semejar
menos a Eudossia que el dibujo de la alfombra, ordenado en figuras simétricas que
repiten sus motivos a lo largo de líneas rectas y circulares, entretejida de hebras de
colores esplendorosos, la alternancia de cuyas tramas puedes seguir a lo largo de
toda la urdimbre. Pero si te detienes a observarla con atención, te convences de que a
cada lugar de la alfombra corresponde un lugar de la ciudad y que todas las cosas
contenidas en la ciudad están comprendidas en el dibujo, dispuestas según sus
verdaderas relaciones que escapan a tu ojo distraído por el ir y venir, el hormigueo,
el gentío. Toda la confusión de Eudossia, los rebuznos de los mulos, las manchas del
negro de humo, el olor del pescado, es lo que aparece en la perspectiva parcial que tu
percibes; pero la alfombra prueba que hay un punto desde el cual la ciudad muestra
sus verdaderas proporciones, el esquema geométrico implícito en cada uno de sus
mínimos detalles.
Perderse en Eudossia es fácil: pero cuando te concentras en mirar la alfombra
reconoces la calle que buscabas en un hilo carmesí o índigo o amaranto que a través
de una larga vuelta te hace entrar en un recinto de color púrpura que es tu verdadero
punto de llegada. Cada habitante de Eudossia confronta con el orden inmóvil de la
alfombra una imagen suya de la ciudad, una angustia suya, y cada uno puede
encontrar escondida entre los arabescos una respuesta, el relato de su vida, las
vueltas del destino.
Sobre la relación misteriosa de dos objetos tan diversos como la alfombra y la
ciudad se interrogó a un oráculo. Uno de los dos objetos —fue la respuesta— tiene la
forma que los dioses dieron al cielo estrellado y a las órbitas en que giran los
mundos; el otro no es más que su reflejo aproximativo, como toda obra humana.
Los augures estaban seguros desde hacía ya tiempo de que el armónico diseño
de la alfombra era de factura divina; en este sentido se interpreto el oráculo, sin
suscitar controversias. Pero del mismo modo tú puedes extraer la conclusión
opuesta: que el verdadero mapa del universo es la ciudad de Eudossia tal como es,
una mancha que se extiende sin forma, con calles todas en zigzag, casas que se
derrumban una sobre otra en la polvareda, incendios, gritos en la oscuridad.

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